EN ROMERÍA A LA VIRGEN DE LA CUEVA

Texto: Gustavo Longo Díaz

Álbum fotográfico: Luis Antonio Azcoitia Argüelles

 

JUSTIFICACIÓN

            Ni qué decir tiene que resulta osado por mi parte redactar un artículo sobre la Virgen y el Santuario de la Cueva. Es notorio que sobre las leyendas de sus orígenes, sobre la historia y sucesivas remodelaciones del Santuario, sobre el hospital de peregrinos, sobre el derrumbe ocurrido en el año 2000 y sus hipotéticas causas y sobre la gozosa recuperación reciente y prometedor futuro, entre otras cuestiones, se ha escrito mucho y bien en la prensa, monografías y estudios varios; se han colgado en Internet informaciones y, además, todo cuanto a la Cueva se refiere es ya bien conocido por los piloñeses. Siendo ello así, salta a la vista que un propósito como el presente puede ser calificado, cuando menos, de ocioso. Sin embargo, cuando el Presidente de la Asociación Cultural PIALONIA, don L. A. Azcoitia Argüelles me planteó la tarea y me propuso cuál podría ser la intención que guiaría el trabajo, convine en la pertinencia del asunto y acepté, en cuanto me fuera posible, contribuir al empeño señalado. Ojalá cumpla con la intención confesada.
Con este artículo se persigue, ante todo, dar un paso más en la promoción y renovada difusión del Santuario de la Cueva y del  atractivo que irradia de sus valores religiosos, culturales, turísticos y sociales; avivar la memoria colectiva sobre el devenir histórico del Santuario; reflexionar sobre las modalidades que fue adoptando el culto como forma que expresa la historia de la religiosidad y devoción  de un pueblo; prestar también alguna atención al significado y carácter de sus leyendas de fundación y manifestaciones folklóricas; sondear los cauces por los que fluía desde el Santuario la solidaridad y el servicio a los débiles y menesterosos; fijar la atención en la amenidad del paraje, en la disposición magnífica del entorno del Santuario para disfrute y  solaz de alma y cuerpo del visitante y, por último, destacar  las virtudes del Santuario de la Cueva y del enclave natural que preside como fuerzas aglutinadoras de la comarca, tal como se desprende del testimonio de la historia en el pasado, según nos confirma la realidad lisonjera del presente y conforme nos permite aguardar un esperanzado porvenir.
Para desbrozar el terreno arriba definido, se organizará el trabajo desde una triple perspectiva: la dimensión referida al componente sacro y cultual; la que repasa el plano de la acción social, asistencial y cultural  desarrollada en torno al Santuario de la Cueva y, por último, aquella en la que se ofrece una visión, un álbum de imágenes sobre la Cueva como lugar de esparcimiento y como foco dinamizador y aglutinador de la conciencia piloñesa.

LA DIMENSIÓN SACRA Y CULTUAL

Aproximación a la historia del Santuario. Los edificios sagrados

 

El Santuario como tal tiene sus orígenes en la fundación piadosa de una capellanía asociada a una ermita consagrada bajo el título de la Concepción. La fecha de dedicación de la  ermita parece remontarse al año de 1534, ya que esa fecha encabezada por el título “María” figuraba en una  lápida dedicatoria que formaría parte de la fábrica primitiva. De un documento de comienzos del siglo XVIII, citado por A. Martínez Vega , se desprende que los fundadores de la primitiva ermita de la Concepción fueron los señores de Sofelguera, los Alonso del Ribero.

Ciriaco Miguel Vigil atribuye la fundación al clérigo Pedro Peláez, paro parece más bien que este nombre designe al primer capellán, a quien pudo encomendarse la construcción de la ermita.
En los inicios, además de la capilla de la Concepción, se habría construido una humilde vivienda para el capellán, a más de alguna rudimentaria y provisional edificación para comodidad de pobres y peregrinos que venían encontrando desde siglos atrás refugio natural en la oquedad rocosa. La cueva al natural primero y esta primera acomodación de la misma proporcionaron asilo suficiente al viajero en tanto no se dispuso, ya en el último tercio del siglo XVI, del hospital de peregrinos con sus edificaciones subsidiarias. Del citado documento se sigue también la noticia de que, con el tiempo, la primitiva advocación fue sustituida por la de Virgen de la Cueva o de Nuestra Señora de la Cueva, debido a que así acostumbraban a titularla los fieles que acudían al Santuario. Al imponerse la nueva advocación por la fuerza de los hechos, en 1624, casi un siglo después de que fuera fundada la capellanía,  don Domingo Alonso del Ribero y su esposa, doña Isabel Díaz Valdés, fundan junto a su casa de Sofelguerala nueva capellanía de Nuestra Señora de la Concepción ([…] se vuelva a fundar nueva capellanía de Nuestra Señora de la Concepción que antes tenían fundada en la Cueva de Villanueva y averse perdido la devozión por darle el título advocación de Nuestra Señora de la Cueva los muchos pobres y caminantes que allí se cobijan […]) El propio altar de la Virgen de la Cueva es trasladado a la nueva capilla de Sofelguera, y cabe suponer que, a pesar de la afluencia de peregrinos y romeros, la fábrica de la antigua ermita comenzaría a experimentar desde entonces una progresiva decadencia.
Corre el tiempo, y en 1706, como recoge un documento aducido por A. Martínez Vega , don Diego Alonso del Ribero Posada, el conocido como “Rey Chico”, funda y edifica en la Cueva la capilla dedicada a la Virgen del Carmen y su correspondiente casa para el capellán. En estos momentos el Santuario contaba con dos capillas: la del Carmen a la izquierda y la antigua, de ubicación desconocida en el recinto , carente además de capellán propio y aun de patrono, como se asevera en una carta de pago firmada por el arquitecto Francisco de la Riva Ladrón de Guevara . Por ello, el Alférez Real don Juan Blanco deja en su testamento una importante partida para renovar la ermita de la Virgen de la Cueva. Así que para el año de 1734 está ya construida con ese caudal testamentario una nueva capilla destinada, según la voluntad del testador, para el culto a la Virgen de la Cueva, pero que curiosamente terminó bajo la advocación del glorioso San José. La capilla, levantada a la derecha de la gruta y delante del hospitalillo que allí había, junto con un puente de piedra que sustituyó a uno antiguo de madera por entonces desaparecido, fueron obra del eminente arquitecto don Francisco de la Riva Ladrón de Guevara. Según ciertas descripciones , la capilla “estaba cubierta con bóveda de piedra de crucería gótica” y tenía “cuerpo de nave y ábside cuadrado, que por dentro tiene una labor de piedra blanca marmórea, de techo en forma de concha, que es lo mejor del santuario”.  Entre el edificio para hospital y la pared del fondo de la cueva existía un espacio abrigado que se usaba como refugio para peregrinos. Para cerrarlo por completo se levantó un muro frontal. Este humilde recinto se convertirá casi inmediatamente en edículo que acogerá la imagen de Nuestra Señora de la Cueva, Esta capilla, y no la financiada por don Juan Blanco, sustituirá a la antigua ermita de la Concepción. En resumen, mediado el siglo, el recinto del santuario contaba con tres capillas, sacristía, un hospitalillo, la casa para el capellán o ermitaño y otras dependencias menores destinadas a refugios más o menos acomodados para transeúntes, caminantes, pobres y peregrinos.

A comienzos del siglo XIX los edificios del Santuario reflejan cierto deterioro, en particular la capilla de Nuestra Señora del Carmen, por la incuria o la escasa atención de unos u otros. En consecuencia con las obligaciones de su patronazgo, el Marqués de Vistalegre manda reconstruir dicha capilla tomando la vecina de San José como modelo y referencia en cuanto a amplitud, cantería y bóveda, ya que, en lo que respecta a altura, deberá sobrepasarla en media vara (unos cuarenta centímetros). No obstante, a medida que avanza el siglo, la decadencia del Santuario se acelera y apenas logra retardarla, superada ya la mitad del siglo,  un nuevo legado

testamentario, esta vez de don José Ramón Pando, que sirve para remozar las capillas  y  adecentar el entorno.  En una descripción  efectuada a mediados del siglo XIX por D. Luis Cortés Suaña se dice que encuentra el recinto del Santuario vallado por una cerca y con una cancela de madera; lo primero que se encuentra, según se llega  es un edificio modesto, de veinte piezas distribuidas en tres plantas. Describe las tres capillas: la del Carmen con su sacristía y dos bodegas, antes morada de un ermitaño y casa del hospital, que servían de gallinero; a la derecha, señala la ubicación de la capilla de San José y la de Nuestra Señora la Virgen de la Cueva;  contigua a la capilla de San José y a su izquierda, sitúa una cuadra no muy grande y sobre ella un pajar con capacidad para el almacenaje de veintiocho carros de hierba; detrás, a la derecha, un gran corral de vacas; más a la derecha otra cuadra bastante mayor e, inmediata a esta, una rústica cochiquera. Ante esta contemplación el viajero no se recata de expresar reiteradamente su sorpresa. De hecho, todas estas edificaciones contiguas a la capilla de San José, entre ellas la capilla del Cristo, procedían de los edificios del hospital de peregrinos, que ya obsoletos por estas fechas, habían obtenido destinos menos asistenciales.

 

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